Emprende Domingo, 08 de Diciembre de 2013 a las 11:05:52 a.m.:
PARA EMPEZAR UNA EMPRESA SOLIDARIA NO SE NECESITA CAPITAL.
PARA EMPEZAR UNA EMPRESA SOLIDARIA NO SE NECESITA CAPITAL.

Esto no significa que la economía solidaria no utilice recursos financieros, o que no necesite dinero.

Pero éste es un asunto posterior, y ya veremos en su momento cómo obtenerlo o cómo crearlo, para poner en marcha una empresa solidaria.

Lo que queremos decir es que una empresa de economía de solidaridad y trabajo no empieza en el dinero ni en el capital, y que es posible comenzar a crearla - con la seguridad de que se podrá llegar a tener una verdadera empresa que opere eficientemente en el mercado - sin tener dinero e incluso sin saber ni sospechar siquiera cómo se lo podrá obtener.

La economía solidaria depara muchas sorpresas a quienes se aventuran por sus caminos.

Lo más importante de una empresa solidaria es el GRUPO SOLIDARIO que la forma.

El grupo solidario pueden constituirlo los miembros de una familia, un pequeño círculo de amigos, una organización social, una comunidad, o simplemente un conjunto de trabajadores que se juntan para crear una empresa.

De cómo sean las personas que crean la empresa y trabajan en ella; de cuáles sean sus capacidades, valores, ideas, objetivos, limitaciones y potencialidades, cualidades y defectos, depende el destino de la empresa, sus posibilidades de éxito o de fracaso.

Por eso, EL ASUNTO MAS IMPORTANTE QUE DEBE PLANTEARSE EL QUE QUIERA CREAR UNA EMPRESA SOLIDARIA, ES LA FORMACIÓN DE UN GRUPO SOLIDARIO, UNIDO Y CAPAZ DE PENSAR Y DE EMPRENDER EL PROYECTO QUE SE VA A REALIZAR.

El colectivo de una empresa de solidaridad y trabajo tiene dos dimensiones principales:

Es un GRUPO DE TRABAJO, o colectivo de trabajadores; y es un GRUPO SOLIDARIO, o comunidad y asociación de personas.

En cuanto grupo de trabajo, la empresa está compuesta de personas que suman y complementan sus distintas capacidades y especializaciones, sus conocimientos, habilidades y destrezas.

Todos colaboran en la realización de un trabajo común; pero lo hacen cumpliendo distintas funciones y tareas.

En consecuencia, puede haber en la empresa solidaria alguna división del trabajo, en el sentido que se ejecuten, por distintas personas, tareas diversas y complementarias.

Así todos colaboran en la obtención de los objetivos de la empresa conforme a sus capacidades y posibilidades y a las responsabilidades que se les asigne y asuman.

En cuanto grupo solidario, lo que se necesita es que el conjunto de las personas que forman la empresa estén unidas en un proyecto común, y que todos colaboren en su ejecución buscando el beneficio compartido.

La solidaridad implica entrega, compromiso y capacidad de esforzarse en aras de la obra común; pero al mismo tiempo implica participar en los beneficios y recoger los resultados del propio trabajo.

Significa, pues, un dar y un recibir, aportar y ser recompensado.

Las relaciones internas deben ser lo más justas y solidarias posibles, tanto respecto de los aportes como de los beneficios que obtiene cada integrante.

Un poco de teoría nos ayudará a comprender mejor por qué es tan importante el grupo solidario, y por qué la creación de una empresa solidaria debe empezar por constituirlo del modo adecuado.

Ante todo, es necesario tener claro lo que es una empresa.

¿QUE ES UNA EMPRESA?

Los economistas explican que la empresa es una organización de factores económicos cuyo objetivo es generar riqueza.

Podemos expresar el mismo concepto de un modo menos abstracto, diciendo que la empresa está formada por un conjunto de fuerzas productivas - naturales, humanas y sociales -, que un sujeto individual o colectivo que llamamos empresario, organiza y combina para que operen conjuntamente y con eficiencia.

Las fuerzas productivas, organizadas de modo eficaz, son puestas a trabajar en la producción y distribución de bienes y servicios útiles para satisfacer las necesidades de las personas y de la sociedad.

La economía llama factores a las fuerzas productivas, esto es, a las energías que de algún modo contribuyen a generar riqueza o valor económico.

El aporte de cada factor a la generación del producto económico es su productividad.


La creación de una empresa consiste en organizar, combinar y hacer trabajar eficientemente un conjunto de factores productivos, para lograr ciertos objetivos económicos.

Más adelante, en otra unidad, profundizaremos el concepto de empresa, su organización, su operación y sus modos de funcionamiento.

Por el momento nos interesa detenernos en el concepto de factores productivos.

Habitualmente se considera que los factores son dos: el capital y el trabajo.

Y se piensa que de estos dos factores el capital es el factor organizador, el que pone los objetivos de la empresa, y el que se beneficia de la riqueza producida, mientras el trabajo es el factor subordinado, el que opera al servicio de los objetivos de la empresa, de manera instrumental y dependiente, obteniendo por su aporte una remuneración fija, un sueldo o salario.

Pero ello es sólo la forma capitalista de la empresa, el modo de ser de la empresa de capital.

En ésta, el capital es el comienzo y el fin: todo empieza con un empresario poseedor de una cierta cantidad de capital, que invierte en local y maquinarias, materias primas e insumos, tecnología y fuerza de trabajo, para obtener al final, como resultado, un aumento del capital que posee.

Por eso, cuando se piensa en la creación de una empresa de capital, lo primero, por donde hay que empezar, es acumular previamente una cierta masa de capital para invertir.

En este sentido, se habla también de una acumulación originaria de capital.

Pero hay otros factores productivos además del capital y el trabajo, y también otras formas en que los factores pueden relacionarse y organizarse, y otros modos de ser de las empresas.

Las empresas de la economía de solidaridad y trabajo son una de ellas, y el Factor C una fuerza productiva que utilizan intensamente.

EL FACTOR C.

El concepto y la realidad más importante de la economía de solidaridad es el Factor C.

¿Qué es el Factor C, y por qué es tan importante?

Podemos definir el Factor C como la solidaridad convertida en fuerza productiva.

Debemos profundizar esta definición. Ante todo

¿Por qué lo llamamos Factor C?

Los economistas acostumbran identificar los factores con una letra: el capital es K, el trabajo es W o L, la tecnología es T.

Al factor solidario lo identificamos con la letra C, porque con ella comienzan muchas palabras que expresan su contenido: comunidad, compañerismo, comunión, compartir, cooperación, confianza, comunicación, y varias otras que empiezan con el prefijo co, que significa estar juntos o hacer algo en común.

Es una experiencia universal, que cada vez que varias personas unen sus conciencias, voluntades y sentimientos tras un objetivo común, se genera una energía que potencia la acción de cada integrante y del conjunto de ellos.

Esta energía social se manifiesta en todo orden de cosas y en todo tipo de actividades humanas.

Los miembros de una familia unida progresan mucho más que los de una familia dividida.

A los hijos les va mejor en el colegio, los padres tienen más logros y reconocimientos en el trabajo, la casa llega a ser más hermosa y mejor provista, la vida de todos resulta más grata, el aprecio de los vecinos aumenta.

Un equipo de futbol en que todos sus integrantes se sienten compañeros, aman la camiseta y actúan como cuerpo, mete más goles que otro equipo en que cada jugador trata de destacarse sobre sus compañeros y mostrar su juego individual.

Si los dirigentes, los fanaticos, los técnicos, los jugadores, están unidos, el rendimiento (la productividad) del equipo aumenta notoriamente.

La historia está llena de ejemplos que muestran que ejércitos en que sus diversos grados jerárquicos están convencidos de la justicia de la causa por la que luchan y se encuentran unidos en sus objetivos y operaciones, pueden vencer a otros ejércitos más numerosos y mejor armados pero que se encuentran divididos, o en que las relaciones entre los generales y los soldados son menos fluidas, o en que muchos no están convencidos de la causa por la que combaten.

Los partidos políticos, las religiones, los movimientos sociales y culturales, cuyos integrantes han unido sus conciencias, voluntades y sentimientos en las tareas que se proponen, obtienen
mayores adhesiones, atraen más simpatizantes, y logran cumplir mejor sus metas, que otros grupos similares pero divididos en tendencias o atravesados por conflictos internos.

Lo mismo ocurre en las organizaciones económicas y en las empresas.

La unión de sus integrantes incrementa la productividad, los costos disminuyen, las ganancias son mayores, la empresa se posiciona mejor en el mercado, la gestión se facilita, la innovación tecnológica es más dinámica.

No se trata de resultados misteriosos, de los que deba buscarse una explicación esotérica. Los hechos mencionados tienen una explicación objetiva: la unión de conciencias, voluntades y sentimientos tras un objetivo compartido genera una energía poderosa, que tiene enormes efectos reales.

A esta energía eficiente, a esta unión convertida en fuerza productiva, la reconocemos como un factor económico - el Factor C - distinto del capital, del trabajo, de la tecnología y de la gestión.

Más adelante veremos cómo opera este factor en las empresas solidarias, y de qué modos interviene en la productividad.

Por el momento, bástenos saber que varios estudios han comprobado que en empresas capitalistas - de por sí poco propicias para el desarrollo del Factor C - se logra incrementar la productividad hasta en un 30 % cuando por diversos medios se mejoran sus relaciones internas.

En las empresas de economía solidaria, la contribución del Factor C a la productividad a menudo supera el 50 %.

No cabe duda de que se trata de un factor decisivo, determinante principal del éxito o fracaso de una empresa.

No hay empresas solidarias que puedan funcionar cuando el Factor C se pierde, cuando el clima humano interno se deteriora, cuando las relaciones humanas se ven afectadas por conflictos internos que se prolongan sin resolverse, cuando en el grupo o comunidad deja de haber amistad entre todos.

Sin un consistente Factor C no hay empresas solidarias que funcionen.

La formación de una empresa solidaria debe comenzar por la creación de esta energía social.

Hace unos años un economista norteamericano muy famoso y reconocido - Albert Hirschman -, recorrió América Latina con el encargo de conocer y estudiar numerosas cooperativas y empresas asociativas, para comprender sus modos de ser y las causas de sus éxitos y fracasos.

La más importante de las conclusiones que sacó después de conocer y estudiar numerosas experiencias en muchos países, fue que todas las experiencias exitosas tenían algo en común:

Todas ellas tenían una historia anterior, de organización social, de lucha por alguna causa compartida, de vida comunitaria o asociativa, desplegada en orden a objetivos que no eran propiamente económicos.

Habían surgido después de que sus integrantes adquirieron confianza mutua y se habían unido, sea formando parte de una comunidad religiosa, de un sindicato, de una organización social o política, de una lucha reivindicativa.

Para expresar este hecho, Albert Hirschman formuló la que llamó Ley de conservación y transformación de la energía social.

Según esta ley, en toda organización y actividad colectiva se genera una energía social.

La esencia de esta energía es la confianza que se produce entre los participantes del grupo que actúan tras determinados objetivos, cualquiera ellos sean: sociales, culturales, políticos, religiosos, etc.

La energía está vigente y crece mientras se van logrando esos objetivos.

Una vez logrados los objetivos, o incluso si no se alcanzan y se abandonan, la energía social que se ha creado en el proceso no se pierde, sino que se conserva.

Queda disponible para ser aplicada tras otros y nuevos objetivos.

Así, la energía social que se conserva, se transforma en el sentido que se orienta en una nueva dirección.

Lo que observó Hirschman fue que, en las experiencias económicas asociativas exitosas, la energía social creada en procesos sociales no directamente económicos, se había conservado y transformado, orientándose finalmente hacia objetivos económico-sociales.

En nuestro lenguaje, decimos que se había creado Factor C, y que los procesos previos en que se habían establecido los vínculos humanos de confianza, constituyó aquella acumulación previa y originaria de Factor C, tan necesaria para la creación de empresas de economía de solidaridad como lo es, para la creación de las empresas de economía capitalista, la acumulación previa y originaria de capital.

EL FACTOR C SE PUEDE CREAR Y DESARROLLAR.

El colectivo que ha de constituir el grupo solidario de una empresa se puede formar de dos maneras principales.

Una es que exista previamente una organización social o una comunidad, que se ha constituido antes con otros fines, pero que en un momento decide crear una empresa solidaria.

Puede tratarse de un grupo familiar, un club de amigos, una pandilla, un grupo de jóvenes, un colectivo de mujeres, un comité poblacional, una comunidad cristiana, una asociación cultural, un sindicato, etc.

La otra forma consiste en que quien tiene la iniciativa de crear una empresa solidaria o asociativa - trátese de una persona que formará parte de la empresa, o de una institución o entidad promocional - busca a las personas que serán los futuros integrantes del grupo, y las convoca a participar en la iniciativa de crear la empresa.

En ambos casos, la exigencia mínima para que la empresa solidaria pueda crearse y llegar a tener éxito, es que las personas que la integren se tengan confianza mutua, compartan ciertos intereses, objetivos y aspiraciones respecto a lo que quieren hacer.

También es necesario que exista una buena complementación como grupo de trabajo; o sea, que entre todos se tengan o se puedan desarrollar las capacidades y la voluntad de trabajo necesarias para hacer realidad la empresa que se proyecta realizar.

Y siempre será necesario desarrollar los vínculos de confianza, el conocimiento mutuo, la unión de las conciencias, voluntades y sentimientos en torno a un objetivo común, el deseo de cooperar todos en su logro, y convertir la solidaridad interna del grupo en fuerza productiva, en Factor C.

El Factor C no es sólo la amistad y el compañerismo, sino la cooperación práctica de las personas en la realización de una obra común.

Antes de continuar conviene decir algo sobre

LA CALIDAD DEL FACTOR C.

Como cualquiera de los factores económicos, el Factor C puede ser de buena, regular o deficiente calidad.

Así como hay fuerza de trabajo eficiente, regular o de baja calificación, o tecnología, o gestión, o financiamiento de alta, mediana o baja calidad, así ocurre también con nuestro Factor C.

De la calidad de los factores, tanto como del modo en que se encuentren organizados, depende en gran medida la fuerza y eficiencia de una empresa.

Es fundamental, pues, crear Factor C de la mejor calidad posible.

La calidad del Factor C depende del grado o nivel de unión de las conciencias, voluntades y sentimientos de las personas que forman el grupo solidario, en torno a un objetivo común.

A mayor intensidad de unión y solidaridad, mayor es la energía que se genera en el colectivo.

Esta es una verdadera ley, que vale incluso en el campo de la realidad material.

Los campos de fuerza que establece la unión de los elementos físicos o químicos son tanto más o menos intensos, e irradian y atraen con mayor o menor intensidad, según la cohesión o fuerza que integre al sistema.

Las reacciones atómicas son más poderosas que las reacciones moleculares y químicas, porque los elementos que componen un átomo están mucho más fuertemente unidos entre sí que los componentes de una molécula o de un elemento químico.

Para crear una empresa solidaria es necesario desarrollar ante todo un proceso de acumulación originaria de Factor C de alta calidad.

Más que la cantidad, o sea el tamaño del grupo en cuanto al número de sus integrantes, importa la intensidad de la fuerza que los une.

Un grupo humano fuertemente cohesionado es indestructible con medios normales.

Un grupo solidario, aunque reducido en número, pero cohesionado por una fe y un amor inconmovibles, puede cambiar el mundo.

Ejemplos hay muchos en la historia.

Un pequeño grupo de discípulos de Jesús de Nazareth, que formaron una comunidad en que lo compartían todo, creó una civilización.

Un pequeño grupo de fieles a Mahoma generó un movimiento que llegó a constituir un gran imperio, cuya decadencia estuvo marcada por la ruptura de su unidad interna.

Las grandes revoluciones sociales, políticas y culturales, fueron iniciadas por pequeños grupos que empezaron creando una conciencia, voluntad y sentimiento común.

La gran experiencia autogestionaria de Mondragón, en que participan actualmente más de 40.000 personas, fue iniciada por seis jóvenes cuya unidad fue capaz de generar una inmensa energía social en expansión.

A la inversa, ¿han observado, o tal vez experimentado personalmente, el debilitamiento, la inseguridad, la pérdida de convicción en las propias capacidades, la reducción de la autoestima, la incapacidad de realizar lo que se propone, en que cae el individuo que está y se siente solo?

¿Y han visto o experimentado la fuerza, la seguridad, la convicción de que pueden realizar grandes obras, que adquieren las personas cuando se aman y sienten amadas, y participan en grupos unidos y bien organizados?

Hay gente que dice: la economía solidaria es una utopía, las empresas solidarias no son empresas viables y otras cosas por el estilo.

Lo dicen porque no conocen el Factor C, no lo han experimentado.

Lo único cierto es que la economía y las empresas solidarias no son viables cuando no hay verdadero Factor C.

¿Cómo podría haber economía y empresa solidaria sin solidaridad auténtica?

Lo que define a una empresa solidaria es la unión convertida en fuerza económica.

No el adoptar mecánicamente un modelo de organización cooperativa o cualquier otro determinado tipo de sistema asociativo.

Una vez que se forma un grupo solidario cohesionado y se genera la energía C, los integrantes se dan cuenta inmediatamente que no hay dificultad que no puedan superar, y que son capaces de
crear una eficiente empresa solidaria, aunque no tengan dinero, ni poder, ni grandes relaciones y contactos sociales.

Hemos repetido varias veces: unión de conciencias, unión de voluntades, unión de sentimientos.

Los tres elementos son igualmente importantes, porque los tres contribuyen a la cohesión del grupo humano y los tres generan energía humana y social.

Algunos creen que la solidaridad es sólo cosa del sentimiento y las emociones; otros la entienden como algo que depende solamente de la conciencia y de los valores éticos; y otros la refieren exclusivamente a la voluntad de realización.

Lo que hace indestructible a un grupo humano, y ciertamente viables y exitosas las iniciativas que emprendan, es la integralidad de su unión.

Los tres aspectos contribuyen a la calidad del Factor C.

Todo depende, pues, de las personas y del propio grupo.

Ya sabemos por dónde empezar.

Lo primero y lo fundamental que deben hacer quienes se propongan crear una empresa solidaria es formar un grupo solidario fuertemente unido.

En cuanto a cómo crear y desarrollar el Factor C, es tarea de cada grupo identificarlo, y la mejor manera de aprenderlo es haciéndolo.

El Trabajo en Grupo, los Ejercicios y la Práctica que proponemos realizar, tienen este objetivo principal.

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